La guardería y las peleas entre los pequeños

Los viernes podemos ir a buscar a nuestro hijo a la guardería tanto su madre como yo. Hoy, además, nos ha acompañado su abuela, mi suegra, ya que han venido por unos días.

Al entrar en la guardería, la profe nos ha avisado.

Hoy lleva la cara marcada porque le ha tocado “recibir” de un compañero. Se le veían dos marcas pequeñas en el lado izquierdo de la cara, una de ellas junto al ojo, y otra mayor en la mejilla derecha, todas producidas, sin duda, por arañazos.

la guardería y las peleas

La misma cuidadora nos ha dicho que ha sido muy rápido, posiblemente cuando estaban sentados a la mesa a comer, donde el espacio entre ellos se reduce. Además, hay que tener en cuenta (y doy fe, vamos que si doy fe…) a estas edades la velocidad de manos que tienen (especialmente para hacer diabluras) es tremenda, hasta endemoniada. ¡¡Si parecen trileros, como suelo decir yo!!! Para más INRI, aunque lleven las uñas recién cortadas, no sé cómo lo consiguen (quizás tengan ciertos genes felinos que se van perdiendo con los años) pero sacan unas uñas de sus deditos que son como cuchillas. Así que resulta normal que en el fragor de la lucha con otro niño se haya producido esos arañazos.

También nos han dicho que hoy a recibido pero otros días es él el que “reparte”.

Por este motivo ni su madre ni yo le hemos dado importancia, porque, en este punto no la tiene. Otra cosa ha sido la reacción de su abuela que, al verle, aparte de repetir hasta seis veces cómo tenía la cara y lo cerca del ojo que tenía una de sus heridas, ha “amenazado” con cortarle los dedos al niño que ha hecho eso.

la guardería y las peleas de niños

Nosotros la hemos insistido en que no debe darle importancia, que son cosas que pasan entre niños… siempre que sea algo esporádico, lógicamente. Porque si supiésemos (con la colaboración del profesorado del centro, como es natural,que son sus “vigilantes” habituales) que recibe de continuo o que pega de continuo sería muy distinto.

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En esos casos habría que intervenir. Intervenir, de nuevo, con el apoyo del centro con el que debemos ir de la mano para quitarle miedos si es pegado o canalizar un posible problema si el caso es que pega. Porque si estas actitudes se perpetúan pueden producir aversión a ir al colegio en el primer ejemplo y la creación de un “matón” de barrio en el segundo.

Y ni una cosa ni la otra son buenas. En ambos casos, somos los padres los que debemos hablar con el niño, orientarle, ofrecerle alternativas a sus problemas o dificultades y dejarle claro en todo momento que se va a solucionar y que va a tener a sus papás siempre ahí para salir adelante.

Con eso debería bastar.

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Un Padre con la L
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