Mi bebé de dieciocho meses corre que se las pela, como he dicho y si a eso le sumas que no tiene en absoluto sensación de peligro, os aseguro que os veréis en más de una situación en la que os preguntéis si sería conveniente contratar un seguro… para los ataques al corazón que seguro que os acecharán. Este post pretende ser un aviso para todos aquellos padres que no estén en forma. Os aviso y el que avisa no es traidor
A medida que mi bebé va tomando conciencia de su propia independencia se atreve con más cosas.
Eso es lógico y normal y forma parte de sus distintas etapas evolutivas, de aprendizaje, de adaptación a la vida, en definitiva.
Le pasó cuando después de gatear se dio cuenta que se podía poner de pie; después, que si daba un paso detrás de otro, era capaz de moverse (sí, como los objetos que él mismo movía antes desde su “quietud”); más tarde que podía dar giros sobre si mismo sin parar… hasta aterrizar de culo en el suelo con un mareo de impresión, claro.
Desde hace un tiempo, un par de meses, quizás, se atreve a correr. Además, como de momento no se ha caído hacia delante mientras corría y se ha dado un buen coscorrón pues tiene aún menos sensación de peligro y de miedo y, a la mínima ocasión, se lanza como un velocista de primera.
Hoy estábamos en un centro comercial su madre, una amiga nuestra, él y yo. Y se ha pasado gran parte del tiempo saliendo del bar en el que estábamos, corriendo como un condenado hacia las puertas correderas de la salida del centro y, si no fuera una vez por mi mujer y otra por nuestra amiga, se iba como una bala hacia las escaleras que había justo al otro lado de las puertas.
Nos hemos reído mucho pero es evidente que requiere de, primero, una atención sin tacha. No puedes desatenderle ni un microsegundo y, segundo, tu forma física debe estar a tono porque si no, te lo puedo asegurar, ¡¡¡tu hijo va de cabeza a las escaleras!!!
Ay, el trabajo que dan estos niños.
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