Hoy en día algunos padres y madres piensan que la mejor escuela para los niños será aquella en la que aprendan 3 idiomas, salgan con un certificado first o de mayor nivel de inglés en primaria y aprendan a hacer raíces cuadradas o cualquier ecuación complicada antes de los 6 años…
Buscamos escuelas con los inputs que nosotros y nosotras creemos más importantes: que esté cerca de casa, que tenga un “buen nivel”, que haga un horario que sea compatible con nuestro horario laboral…
Esto que os acabo de decir puede parecer una exageración pero sí, es así. Los padres y madres de hoy en día buscan colegios, donde sus hijos harán una jornada de 8 o más horas diarias, donde si pueden aprender chino y japonés además de francés mejor que mejor.
Los niños, niños son, y tienen unas necesidades en cada etapa evolutiva de su vida que se debe respetar ya que, si no lo hacemos, no se desarrollan plenamente.
Ya habrá tiempo de estudiar idiomas y hacer exámenes que nos acrediten para entrar en la universidad, pero los niños y niñas, deben saber y haber podido jugar también, como lo hicimos la mayoría de nosotr@s.
“No es lo mismo hablar que hacerse entender”. “No es lo mismo juntar palabras en cuanto a lectoescritura se refiere o incluso leer que comprender el texto”.
Si los hacemos correr, se saltarán fases, estarán estresados y no necesariamente les estaremos ofreciendo algo estupendo, porque puede que acaben tan hartos del sistema y de las presiones que abandonen antes de llegar a la meta. ¿Y cuál es la meta? ¿Escogen ellos y ellas sus metas? ¿O las escogemos nosotros por ellos?
Dejemos que los niños y niñas jueguen, ya que jugar también es aprender, es ser autónomo, es disfrutar del aprendizaje significativo movido por el propio interés no impuesto, es en definitiva, crecer.
