El bebé de la casa lleva una semana con fiebre. No sabemos si el desencadenante ha sido un virus o las pedazo de piezas dentales a pares que quieren ver la luz fuera de sus sensibles encías. La cuestión es que después de una semana de tratamiento con homeopatía tras la cual había mejorado bastante, sobretodo en cuanto a moco, hemos tenido que acudir al antibiótico, porque tenía los oídos abombados.
De repente, parece que la semana de fiebre y reposo le haya servido para crecer y dar un paso adelante, literalmente, ya que aunque se ponía de pie todavía no se atrevía a dar pasitos. Puede que el reposo obligado le haya hecho venir ganas de moverse más libremente y explorar a su antojo.
Dicen que el bebé de doce meses tiene ya los músculos más fuertes y necesita del ejercicio físico para descubrir su fuerza propia. El mío suele practicar su fuerza incluso con el horno…Como lo acerques, se cuelga cual monito de la barra hasta que consigue bajar la fuerte puerta, y así puede estar el tiempo que haga falta, abriendo y cerrando, abriendo y cerrando…
Ahora empieza la etapa más movidita para la familia, ya que aunque el bebé esta gateando podía desplazarse hasta cualquier lugar de la casa, ahora, que ya empieza a dar pasitos, el alcance de sus brazos es de mayor altura…con lo cual tiene a su disposición una mayor cantidad de objetos que destrozar, tirar o llevarse a la boca.
Es sorprendente cómo de un día para el otro el bebé pasa de estar apoyado al sofá a dar tres pasos y venir hacia a tí a abrazarte, tras un …AAAAAAAAAAyyyyy! (Este “ay” que emite últimamente cuando me abraza me puede).
Y entonces se detiene mi mente, y dejo de pensar en todo lo que tengo que hacer, para ir en busca del móvil con el objetivo de grabar el recuerdo o de compartirlo con la familia a través de mensajes.
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