Me ha sorprendido un artículo en Internet que hablaba de un paso más sobre el control de nuestros hijos cuando están durmiendo.
Se trata de un aparato (muy sofisticado debe ser) que atiende al nombre de “Sproutling” y que después de estar vigilando a nuestro hijo (o, más bien, sus hábitos de sueño y el entorno en el que duerme) recopila información de sus latidos, la temperatura del cuerpo, la de la habitación y puede predecir, incluso, en el momento o momentos en los que se va a despertar.
Esta sofisticación se une a los miles de aparatos que ya empleamos para el control (y obsesionarnos) el sueño de nuestros hijos.
Usamos cacharros que emiten luces tenues al techo y música melódica muy tranquilizadora para conseguir que concilien el sueño.Empleamos hasta aparatos que imitan los latidos del corazón de una madre para que se sienta el bebé como cuando aún no conocía este mundo y se sienta más seguro y, por tanto, más tranquilo y esa tranquilidad le ayude a dormirse más fácilmente.
Incluso hay ingenios que hacen las veces de los padres y cuando el niño se despierta (supongo que servirá sólo para “despertares leves”, me gustaría verle en un arranque de llanto de esos de película…), mediante ciertos sonidos, les calman para que vuelvan a caer en brazos de Morfeo.Por supuesto, una vez dormiditos, no podemos vivir sin los intercomunicadores que existen en versiones sólo audio o audio y video (estos últimos, después de ver un desafortunado programa de Iker Jiménez en la tele los desechamos por completo desde el principio…) y que, al más mínimo quejido, leve ruidito o chasquido (la mayoría de las veces producido por los movimientos del bebé en la cuna) saltamos como si tuviésemos un resorte.
Estos aparatejos (los intercomunicadores) sí me parecen de utilidad. No tanto los anteriores…Pero de lo que sí estoy seguro es que todos, sin excepción, le parecían, como poco, innecesarios a mi madre. A muchas madres.
Porque, ¿qué madre del siglo pasado no se ha levantado a volver a dormir a su hijo, simplemente, porque le oía berrear de una habitación a otra, sin necesidad de equipos último modelo? ¿Cuántas madres han dejado de usar sus propias nanas para emplear cacharros emisores de Dios sabe qué sonidos? La respuesta es sencilla: ninguna.
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