Enrique Blay

Hace unos años mi hermana me propuso ir a ver al psicoterapeuta Enrique Blay y aunque el lugar quedaba un poco perdido (recuerdo que fue en una escuela), mereció la pena. Uno de los libros que ha escrito Enrique Blay es el de “El bebé emocional. La semilla del amor. Gestación, nacimiento y crianza hasta los dos años.”

Enrique BlayTal y como lo explica Enrique Blay me quedó clarísima la diferencia entre como aborda la situación un niño en comparación a cómo la puede abordar un adulto.

El bebé es uno de los mamíferos más indefenso al nacer, no sólo físicamente, sino también emocionalmente. Hasta los tres años se construyen en el cerebro de un bebé sobre unas mil millones de conexiones neuronales que dependerán tanto de la alimentación como del cuidado emocional que éste reciba. En cuanto a la alimentación tenemos muchas pautas y muchos productos en el mercado para suplirla de forma adecuada. En cuanto al cuidado emocional en el mercado y sobretodo en la calle o librerías tenemos las dos versiones.

Tenemos las versiones que a mi parecer no responden al instinto sino al sistema actual y que en el fondo son medidas para paliar nuestro afán en el campo laboral o nuestras necesidades sociales impuestas culturalmente.

Entre las herramientas de las que los padres disponemos para mostrarles afecto a nuestros bebés y que estén cuidados también en este aspecto tenemos las muestras de cariño constantes como  los besos y abrazos, la atención al llanto siendo ésta su única forma de comunicación que no debemos dejar de atender y la lactancia natural a demanda o el colecho. 

Enrique Blay

Un bebé que se siente querido está sano. Para estar sano no necesita únicamente comer y dormir bien, sino un ambiente armónico en el hogar en el que no existan malos rollos y en el que se sienta amado.

Si el bebé ha estado 9 meses dentro de nuestro útero y ha crecido arropado por nuestro cuerpo… ¿Por qué al nacer debemos alejarlo de él? Mi instinto nunca me ha permitido dejar llorar a un bebé, sobretodo desde que soy madre. Mi cerebro no debe estar programado para ese menester y en cuanto oigo llorar a un bebé se enciende una histérica alarma que no deja de sonar y sonar hasta que el ensordecedor ruido remite.

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