Los abuelos, victimas de las carantoñas de sus Nietos

Los abuelos, la inestimable ayuda. En los parques de nuestras ciudades, de nuestros pueblos se ve hoy en día una estampa repetida hasta la saciedad: un carrito de niño guiadograndma por alguien tan mayor que resulta improbable que sea el padre o la madre de la criatura. Y, que yo sepa, no hay Baby-sitter que pase de los sesenta años…

Irremediablemente, nos toca pensar en los abuelos, los semtpiternos, los que están siempre dispuestos, los que aguantan carros y carretas por estar un rato con el nieto, haga un sol de justicia o lluevan chuzos de punta, se queden sin su comida favorita o sin su partida de cartas. Nada, repito, nada es más importante en el mundo que su nieto.

Y eso los niños, que son más listos que el hambre, lo saben de sobra.

Regalan a los abuelos sus mejores sonrisas, sus arrumacos, les echan los brazos como si les fuera la vida en ello.

Pero es que, si el decoro al que nos obliga la sociedad se relajara, ¡ay, entonces serían los abuelos los que, víctimas de las carantoñas de sus nietos, dejarían aflorar su lado más sensible y blando, se les caería la baba, cambiarían el tono de voz para parecerse más al soniquete incipiente de sus nietos, adoptarían sus gestos infantiles!  ¿Os imagináis?

grandma child

Fuera de bromas, la figura de los abuelos está siendo el salvavidas de muchas parejas que, por sus obligaciones, principalmente profesionales pero también económicas (por no poder permitirse, por ejemplo, dejar al niño en una guardería), ven en ellos la única salida para las vicisitudes de su nueva vida.

Y el caso es que nadie les pregunta a los abuelos si están dispuestos a cuidar de sus nietos. Todos damos por hecho que están disponibles, como si no tuvieran vida propia. Pero es que, además, esperamos que les den de comer, que les duerman, que les limpien, que soporten sus lloros, que les calmen… Eso sí, nada de educarles, que para eso ya estamos los padres.

nonna-

Escribiendo esto estoy, a la vez, haciendo un ejercicio de justicia. Porque para nosotros mis suegros están siendo ese salvavidas que nos permite salvar ciertos momentos de nuestro día a día como si no pasara nada. Soportan con estoica entereza la vivacidad de nuestro niño, que ya empieza a moverse con un brío inusitado, callan los dolores de espalda que les provocan y jamás dejan de darle una atención o una sonrisa a nuestro hijo.

Se lo agradezco a ellos todo enormemente.

Aunque también lamento que mi madre sea mayor para que no pueda plasmar en su nieto más reciente la experiencia adquirida con sus cinco hijos y sus ocho nietos y nietas anteriores.

Y, por encima de todo, echo en falta al abuelo que mi hijo no verá nunca en persona y, que, estoy seguro, habría disfrutado con él como el niño que yo era cuando disfrutaba con él.

Nonno e nipote

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Acerca de Javier

Un Padre con la L
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